sábado, 3 de noviembre de 2007

"El arte echa un pulso a la ciencia"

Una noticia encontrada por la maga colaboradora del blog. Noticia realmente positiva e interesante

Virginia Woolf, Marcel Proust, Paul Cezanne y el chef Auguste Escoffier demostraron en su día conocimientos neurológicos que hoy ha confirmado la ciencia

La ciencia no tiene todas las respuestas. O si las tiene, no es el único camino para conseguirlas. El libro Proust was a neuroscientist (Proust era un neurólogo), del periodista Jonah Lehrer, pone el dedo en la llaga y expone, a través de una serie de escritores, músicos o pintores, cómo el arte es capaz de alcanzar un conocimiento verdaderamente científico sin necesidad de tubos de ensayo ni laboratorios. Incluso bastante antes de que la misma ciencia llegue a él.

De Whitman a Stravinsky, pasando por Proust, Virginia Woolf, Cezanne, Gertrude Stein o el chef Auguste Ecoffier. Lehrer repasa cómo todos ellos expusieron tesis realmente innovadoras para su época y, cómo décadas o siglos más tarde, se ha demostrado su autenticidad.
Cezanne estaba convencido de que nuestra visión, al igual que el arte, depende de muchos factores. Lo que nosotros vemos no es lo que verdaderamente está al alcance de nuestra mirada, sino que está condicionado por nuestros conocimientos o experiencias. Al igual que un pintor interpreta una obra, nosotros interpretamos el mundo y, desde que pasa por la retina hasta que el cerebro lo procesa, creamos una nueva realidad.Marcel Proust, por su parte, mostraba en sus novelas cómo las memorias de sus personajes iban cambiando en función del momento y los sentimientos. Es decir, el cerebro las iba adaptando y modificando de manera que la memoria siempre sufría alteraciones.

El yo como ilusión
Algunos de los presupuestos quizá no parezcan hoy en día realmente novedosos, pero, en su tiempo, estas figuras demostraron ir contracorriente. El poeta estadounidense Walt Whitman, por ejemplo, se manifestó contrario al positivismo de la época, y aseguraba que mente y cuerpo están indisolublemente unidos. Virginia Woolf, por su parte, estaba convencida de que el yo que percibimos es una ilusión y así lo plasmaba en sus escritos. El cocinero Auguste Eccofier se valió de su teoría -que el gusto es un 90% olfato- para hacer platos cada vez más apetitosos y la escritora George Eliot fue la primera en hablar de tesis cercanas a la neurogénesis o que el ADN nos condiciona.Lo más sorprendente es cómo esas hipótesis que surgieron simplemente de la reflexión puramente artística tuvieron luego su reflejo en descubrimientos científicos. Las teorías gramaticales de Gertrude Stein fueron argumentadas por Noam Chomsky cincuenta años más tarde. El mismo tiempo que tardaron dos neurólogos para demostrar los presupuesto de Wolf. Su genialidad les llevó por caminos que científicamente parecían improbables. Pero el tiempo les dio la razón. Hay más caminos que los que marca la ciencia

Dice Jodorowsky que no hay una verdad sino miles, simultáneas, contradictorias, complejas, simples, útiles e inútiles. La única cualidad que las hermana es la belleza. Pensar no es una ciencia sino un arte. Lo que se dice nunca se comprende en su totalidad, sólo se intuye.

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