Una noticia que habla de experimentar antes en nuestro propio cuerpo aquellas cosas que después deberemos recetar, o aplicar a los demás...
Un equipo de médicos y enfermeras acaba de regresar del Monte Everest, donde llevaron a cabo una serie de investigaciones con el fin de mejorar los tratamientos para los pacientes en terapia intensiva.
Escalar el Everest es difícil de por sí, pero nosotros además lo utilizamos como un laboratorio para estudiar el comportamiento de los pacientes en estado crítico, usándonos a nosotros mismos como conejillos de Indias.
El proyecto tenía como fin tratar de entender por qué algunas personas responden mejor a la falta de oxígeno que otras.
Tomamos muestras de sangre y tejidos de los miembros de nuestro equipo que hacía actividades extremas en distintas altitudes, con la intención de reproducir los problemas que padecen los pacientes en cuidados intensivos y que experimentan bajos niveles de oxígeno al igual que los montañistas que escalan el Everest.
Los resultados de los estudios que estamos llevando a cabo servirán para mejorar el tratamiento de pacientes que sufren de problemas cardíacos congénitos, bronquitis crónica o fibrosis quística, por ejemplo.
Ni té ni caféYo viví en el campamento base del Everest durante dos meses, ayudando al equipo que ascendía hacia la cima. El campamento base está ubicado en el glaciar Khubu en el Himalaya a una altura de 5.300 metros.
Allí la cantidad de oxígeno se reduce a la mitad, en comparación con la cantidad que hay a nivel del mar.
La temperatura oscila entre -20º en la noche y 20º durante el día, cuando sale el sol. Generalmente los sherpas (pobladores del Himalaya) le traen a uno un té caliente a la carpa, cuando la temperatura aún permanece bajo cero.
Lamentablemente, como parte de nuestro experimento decidimos -durante 75 días consecutivos- evitar cualquier líquido que no fuera agua hasta que hubiésemos hecho nuestros 30 minutos de pruebas, conocidas como "rutina diaria".
Pérdida de peso
Incluso sin hacer exámenes, descubrimos muchas cosas sobre las consecuencias de vivir en un ambiente con poco oxígeno.
Casi todos los integrantes del equipo perdieron peso. Una persona llegó a perder hasta 20 kilos. A medida que pasaba el tiempo, comencé a perder el apetito y tenía que forzarme a comer.
En un momento dado el equipo hizo un estudio sobre alimentación. Durante 24 horas tenían que pesar cada cosa que comían y anotar su contenido nutritivo. Lo que alguna razón no podían anotar, no lo podían comer.
Asimismo, tenían que guardar toda la orina y los excrementos en un recipiente para ser analizados más tarde en el Reino Unido. ¡Los placeres de defecar en una bolsa plástica!
Sin aire
A más altura, más complicaciones. El líder de la expedición, Mike Grocott, describió cómo le faltaba el aire cuando hizo un ejercicio en bicicleta a 8.000 metros de altura (a sólo 850 metros de la cima).
"Me sentía sofocado, aunque mis piernas no estaban cansadas. A nivel del mar paras porque las piernas se cansan, en las alturas es la falta de aire lo que te hace detenerte".
Así es como se debe sentir un paciente con dificultades respiratorias, antes de que lo conecten a un respirador.
Chris Imray, cirujano vascular e integrante del proyecto, vivió una experiencia alarmante, no cuando escalaba sino cuando intentaba dormir en el campamento dos.
Los bajos niveles de oxígeno le provocaron apnea, una condición que hace que cuando una persona se duerme, deja de respirar hasta que se elevan los niveles de dióxido de carbono que impulsan al cerebro a dar la orden a los pulmones para que comiencen a respirar otra vez.
Experiencia inolvidable
Pero todas estas experiencias valieron la pena. "Esta expedición nos permitió hacer un gran número de descubrimientos", aseguró Sundeep Dhillon, médico y líder de los montañistas.
"Todo esto nos ayudará a entender por qué algunas personas se adaptan mejor a la falta de oxígeno que otras. Y esto permitirá que podamos desarrollar tratamientos nuevos para los pacientes en cuidados intensivos".
El equipo ya está de regreso en el Reino Unido y muchos de los 47 participantes ya han regresado a sus trabajos cotidianos. Otros aún continúan haciendo pruebas y procesando la información que será publicada, probablemente, a finales del año que viene.
Pero ninguno de nosotros olvidará la increíble experiencia de estar en la cima del mundo para tratar de mejorar los tratamientos para los pacientes más vulnerables.
Creo que es una noticia muy positiva, donde lo experimentado en la propia piel es después usado como herramienta en beneficio de los demás. Es una actitud valiente y muy honesta... Por encima de la "heroicidad" que supone vivir en esas condiciones extremas está la utilidad práctica que se desprende de ese estudio, tal vez eso sea lo positivo de la noticia.Dicen que acumular conocimientos, si estos no son puestos en práctica, es como enterrar metales preciosos, no sirve de nada. Por eso aplaudo cualquier iniciativa donde la utilidad esté presente...